En cada vez mas ciudades y pueblos de Ecuador, los cuidados de una madre embarazada incluyen, entre otros, una alimentación balanceada, vitaminas, ácido fólico, visita al ginecólogo, ecosonogramas, etc. A la par que se escogen nombres con los cuales los bebés enfrentarán el mundo, de resultar niño el infante que viene en camino, se viene convirtiendo en parte de los resguardos prenatales la firma de un “representante”. Y es que con los niveles de pobreza que azotan, no únicamente en la tierra tricolor, sino en la mayoría de naciones del orbe, particularmente latinas, la posibilidad de tener un deportista de élite puede estar significando la diferencia entre vivir o morir.
En el pasado, los anhelos de un padre pasaban porque sus hijos tengan la posibilidad de estudiar y conseguir una profesión. Ya no. En el caso específico de Ecuador, y siendo el fútbol el indiscutido “rey”, en especial en aquellas zonas en las cuales la educación es precaria o donde la miseria adorna el paisaje, un futbolista en casa equivale a “misión cumplida”. Si en verdad resulta bueno el muchacho puede que hasta termine siendo transferido al exterior y como por arte de magia terminen las necesidades extremas y las penurias económicas de propios y extraños.
La verdad, sin embargo, nos enseña que un porcentaje muy pequeño, ínfimo para ser mas exactos, de potenciales deportistas terminan despuntando a nivel profesional y otro, aun menor, logra conseguir el ansiado anhelo de asegurar su futuro con un gran contrato, un 99% en el exterior; éstos se cuentan con los dedos de las manos. Las cosas se complican aun mas para estas familias desesperadas por ubicar a sus “cracks” en los mejores equipos, con las decisiones erradas, cuando no, que se toman en la Federación Ecuatoriana de Fútbol en donde, desde hace varios años se ha forzado la presencia de “juveniles” en las canchas, so pretexto de darles fogueo y madurarlos tempranamente para conseguir clasificaciones a mundiales de menores, con el consecuente ingreso económico adicional para una Federación que acostumbra despilfarrar.
Las clasificaciones han ido llegando, aunque muy pocas en relación a la incontable cantidad de adulteraciones de identidad que han permitido a jóvenes de 17 competir con niños de 14 y a adultos de 20, o mas, a competir con jóvenes de 17, entre varios ejemplos. Queda claro que antes de los 20, uno o dos años marcan una gran diferencia, no solo en el aspecto físico sino también en el mental. Lo hemos visto desde lejos con las selecciones africanas, equipos que han “sobresalido” en mundiales juveniles y luego desaparecen a nivel mayor. Se suele decir que mientras los jugadores de los otros equipos reciben llamadas de sus padres mientras están concentrados, los africanos hacían lo propio, pero de sus hijos. Si a la imperante necesidad de los futbolistas de llegar pronto a ser parte de un equipo profesional, la obligatoriedad de poner juveniles en cancha por reglamento y un incompetente organismo regulador como la FEF, le sumamos la impunidad reinante en los organismos públicos como el Registro Civil, tenemos como resultado una constelación de jugadores de los cuales no estamos seguros de sus verdaderos nombres, peor aún de su edad.
Mas allá de criminalizar a los jóvenes (y sus familias) que han incurrido en este delito, y mientras se toman cartas en el asunto a nivel federativo, primero, y luego gubernamental, sin medias tintas de por medio, lo que corresponde y se antoja lógico es que se elimine de una vez por todas esta norma que obliga a los equipos a descubrir figuras y apurar procesos donde no los hay. Una larga suspensión cuando recién se empieza una carrera puede frustrar para siempre las justas aspiraciones de un joven que capaz si es la gran figura que se espera, pero que por llegar a la meta antes de hora termina sin ni siquiera participar. En la tierra tricolor tenemos un claro ejemplo con el que por varios años ha sido figura, referente y capitán. Walter Ayoví fue inscrito indebidamente cuando cursaba sus 20s y aunque pagó la respectiva sanción tuvo la dicha de volver por la buena senda y convertirse en triunfador.
Queremos ver en la cancha a los mejores, para ello no hay edad. Volviendo al tema de los cuidados prenatales, quizás deberíamos empezar por el básico: CURARNOS EN SALUD.